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Nacimiento de la telenovela cultural: De Gallegos a Cabrujas

Luis Alberto Lamata:

Como hijo de Juan Lamata, uno de los primeros genios detrás de la pantalla chica venezolana, su vocación estaba clara desde su juventud. Aunque creció tras consolas y bastidores, es licenciado en Historia pero, al final, prefirió pisar la huella familiar y estrenó su primer cortometraje en 1984. Luego dirigió emisiones estelares como Topacio y filmó el largo Jericó, en 1990. Tiene unas seis cintas más en su haber y numerosos seriados de TV.

“Desde los años sesenta, los dramáticos eran la columna vertebral de los canales y a mi padre le había tocado guiar algunos emblemáticos como Lucecita o La Señorita Elena. Sin embargo, siempre estaba la polémica de que la televisión había dejado de lado la adaptación literaria, que abusaba del tema rosa y que se repetía a sí misma: la chica dulce, la mala, el galán medio tonto, el padre de la protagonista que era secreto, rico y que de repente le iba a dejar una herencia, etc.

En vista de eso y de la presión del Ejecutivo, en 1974 Radio Caracas decidió versionar el texto de Rómulo Gallegos y se hizo Doña Bárbara, con libreto de José Ignacio Cabrujas, dirigida por Juan Lamata y encabezada por Marina Baura.

Yo, con 14 años, solía acompañar a mi viejo al estudio y esta pieza la disfruté enormemente, porque sentí que había un guión más arriesgado de lo usual. Igualmente, me llamó la atención lo distinta que era la puesta en cámara y en escena: tenía una realización muy cinematográfica, trabajaron en los Llanos y hay que destacar el hecho de que fue el primer programa grabado a color, en nuestro país.

Pese a que en la mayoría de las casas los aparatos aún eran en blanco y negro, se tomó la determinación de registrar esta obra con unos equipos alquilados porque había que ir aprendiendo la nueva tecnología.

Todo esto, combinado con la raíz misma del cuento, la altísima calidad de la producción y unas interpretaciones con corazón, dio pie a que se empezara a hablar de una “telenovela cultural”. No obstante, a sus hacedores no les agradaba el remoquete porque les parecía que les ponía encima un peso innecesario.

Poco tiempo después se hicieron otras como Boves, el Urogallo, de Francisco Herrera Luque y capitaneada por Román Chalbaud y César Bolívar, y a partir de ahí comenzó algo más importante todavía: el surgimiento de creaciones originales, ya no sólo traducciones de los clásicos, escritas para este medio en particular, con una intención más osada, donde las damas eran muy diferentes y donde la gran historia que abrió eso fue La Señora de Cárdenas, que también le tocó conducir a mi papá.

En este caso, se cambiaron varios clichés: ya la mujer no era débil, la trama estaba fundamentada en un matrimonio y, por ende, arrancaba con la pareja ya construida y el asunto era el divorcio. Además los personajes, en general, tenían vidas, trabajos y conflictos verdaderos y cotidianos, no flotaban en esa especie de tierra del nunca jamás, donde la gente era rica pero tú no sabías por qué, y las actuaciones eran menos impostadas. A la par, se empezó a incluir una base de humor significativa y lo más insólito fue el final: ellos quedaban separados. Eso sacó de quicio a muchos, al punto de que llamaban a mi casa para pedir que los dejaran juntos.

En definitiva, lo que se venía gestando desde aquellas propuestas épicas o heroicas tuvo su reventón con el ‘anti-romance’ encarnado por Doris Wells y Miguel Ángel Landa. Se trató de un movimiento empujado por la audacia del entonces gerente de RCTV, Hernán Pérez Belisario, quien se atrevió a ofrecerle al público algo sin parangón. Él fue quien buscó a Cabrujas, a Salvador Garmendia, a mi padre y a otros tantos más y, si bien sus procedencias eran muy heterogéneas, terminaron por forjar una llave excelente que combinó dramaturgia y oficio”.

Coordenadas:

  • Entre 1953 y 1973, en los folletines criollos primaron los argumentos edulcorados. Por esa razón, en 1974, el recién inaugurado gobierno de Carlos Andrés Pérez solicitó a las estaciones una parrilla con otros estándares de producción.
  • La petición del Estado tenía como marco la creación del Consejo Nacional de la Cultura y de la comisión que tutelaría el Proyecto de Radio y Televisión (Ratelve).
  • Con esta pauta, RCTV decidió sacar adelante ficciones tomadas de la literatura, destacando entre las primeras la fábula de “la dañera”. Más adelante se harían, tanto en la frecuencias 2 como en la 4, Canaima, Borburata, Campeones, entre otras.
  • Los relatos basados en volúmenes tradicionales devinieron en la llamada “telenovela cultural”, que tuvo su punto cumbre con La Señora de Cárdenas. Siguieron La Hija de Juana Crespo, Soltera y Sin Compromiso, La Comadre y un largo etcétera.

Testimonio aparecido en la Revista Dominical del diario Últimas Noticias en agosto de 2010.